martes, 1 de octubre de 2013

La casa azul del casco antiguo de Caravaca

Por razones de vecindad, casi todos los días paseo dirección al Castillo subiendo por la calle de Ceyt Abuceyt y, si es posible no miro -pero al final miro- alrededor: el suelo, las viviendas... una parte del casco antiguo de Caravaca, supuestamente, con cierto valor, sentimental, pero también turístico, es decir, económico. Algo de lo que enorgullecernos y conservar, tanto los vecinos como el Ayuntamiento de la localidad.
Solo observo fealdad, aliviada por las macetas al lado de las que algún turista se fotografía. No se trata tan solo de esa familia que dignamente ha decidido pintar su fachada (y los cables que se ven e imagino no debieran verse) de azul. Esa fachada que me lleva a escribir este artículo. ¿No existe ordenanza alguna que obligue a pintar las fachadas de las casas del casco histórico dentro de una gama cromática que no resulte una extravagancia con el resto del paisaje urbano?
Si existe, o es tan amplia que cabe todo, o no se respeta.
El suelo, como el del resto del pueblo, está lleno de mierda (Una ciudad sucia). Algún vecino me señala que el servicio de limpieza va de uvas a peras. No sé, lo cierto es que yo he visto a las vecinas fregar con esmero las aceras, pero qué se puede hacer si, también como el resto del pueblo, está lleno de excrementos de perro (imagino que serán de perro, aunque no me considero un experto en excrementos).
En cuanto a los colores de las fachadas y el cableado visible, tengo como asignatura pendiente leerme el PERI que Juani me ha enviado. De lo que sí estoy seguro es de que una ordenanza existe para multar a los dueños de animales que ensucien la vía pública (o a los ciudadanos que la ensucien).
Contrario como soy a las privatizaciones, me he llegado a plantear si no sería mejor que una empresa privada, la misma que tan diligentemente multa por la zona azul caravaqueña (Bostón y la zona azul caravaqueña), se ocupara de hacer cumplir las ordenanzas en cuanto a suciedad de las calles, porque la empresa pública, el Ayuntamiento en este caso, parece un terrateniente absentista. ¡Con lo sucia que está Caravaca y con lo bien que le vendrían a las arcas municipales el dinero de multar a tajo y destajo!.
Deshecho la idea de una empresa privada y vuelvo a la casa azul (¿por qué el nombre? ¿Duncan Dhu? ¿Mi grupo favorito: La Casa Azul?). Si ninguna ordenanza se lo impide, los propietarios están en su derecho de pintarla como les dé la gana. Y estos a fe que la han dejado curiosa en comparación con las fachadas del resto del vecindario que, llenas de desconchados, recibirán en el próximo Año Santo los miles de peregrinos que se acerquen a la Ciudad Santa del Noroeste. ¿Qué pensarán los turistas que miren con ojos nuevos nuestro casco histórico viejo?
No conviene, sin embargo, culpabilizar a vecinos que en general se encuentran entre los más humildes de los caravaqueños y que, cuando la situación económica se lo permite, hacen arreglos acá o acullá: apuntalándolas porque un arreglo completo le es imposible. En el Año Jubilar 2010 se perdió una gran oportunidad: además de arreglar el canapé del Castillo, inaugurar la Estatua al Caballista del fallecido Pí Belda, el Peregrino de Campillo en bicicleta -más de uno seguro que ha soñado con que lo hacen chatarra como los que robaron en Murcia: dadaístas estamos-, arreglar esa parte del casco antiguo con ayudas a los vecinos y, como en la vecina Cehegín o en Cartagena, nos paseemos orgullosos por nuestras calles (y este artículos e limita al casco antiguo, pero la mía: Leoncio Celdrán Navarro está sucísima: allí aprovechan los amantes de los perros para pasear el suyo y alguno para no limpiar los excrementos, dado que está muy aislada).
No se trata de crear cientos de ordenanzas, incumplibles además; tan solo unas cuantas, y que exista voluntad política para hacerlas cumplir y una conciencia ciudadana de que va en el beneficio de todos respetarlas.
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