jueves, 21 de junio de 2012

Un grafiti, esa violencia


Nuestro Ministro de Interior, que sueña con fichar por Cataluña para aprender de su ídolo Felipe Puig, abrió la boca: "Un grafiti representa una forma elemental de violencia, ya que intenta imponer mensajes en el espacio público". Casi cualquiera que lea estas líneas considerará punible la acción de pintar una catedral e indudablemente violenta la pintada amenazadora en la puerta de una víctima de terrorismo.
Para el Ministro y los suyos la reforma laboral, por supuesto, no es violencia; el rescate, sin consulta a la ciudadanía, de los bancos tampoco es violencia; como tampoco lo es cerrar centros de salud este verano (Benizar) o los Mossos golpeando manifestantes despistados... Y nada menos violento -se trata de arte callejero- que nuestras plazas (públicas) repletas de cartelones de cervezas, gafas de sol o ropa deportiva anunciando el próximo acontecimiento del siglo (la visita del Papa de turno). Ni tampoco contemplar las caras de los políticos en los carteles electorales genera violencia...
Artistas antiglobalización (o antimultinacionales) han pintado anuncios de publicidad callejeros para cambiar sutilmente su significado. Una forma de rebelión. Como también lo hizo un artista de la comarca por toda la región, llenándola de pelotas de golf, cuando la mayoría de los murcianos, embebidos de las promesas de dinero fácil, dudaban si tatuarse una en el corazón o adoptarla como escudo. 
Sin pretensiones artísticas, pero con un indudable compromiso, alguien ha dibujado con tiza en Caravaca siluetas de cadáveres en el suelo: Cultura se lee en el de la puerta de la Biblioteca; Educación en las de los Institutos; transparencia en el Ayuntamiento; Sanidad, en el Hospital... Mensajes genéricos (cuando colgué las fotos en la Red, un amigo proponía otro cadáver con Caravaca Jubilar...) como metáfora de la muerte cierta e inminente del Estado del Bienestar.
Escribo "se lee" pero a las pocas horas ya estaban borradas. Ejemplares servicios de limpieza los caravaqueños; falta ahora que el Ayuntamiento arregle (o quite el modo ahorro) los semáforos de la ciudad porque un descuido y tendremos un cadáver real y caravaqueño, para nada genérico.
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