viernes, 17 de junio de 2011

Weimar ayer



Como convivimos con el lechero de Churchill una fiebre primaveral se nos asemeja a una rebelión y unas décimas más y ya parece la revolución. De una democracia en la que vegetábamos durante décadas, hemos pasado a una efervescencia de propuestas ilusionantes acompañada de los «hombres de la porra» aporreando y de los abertzales sin boina anteayer en el domicilio de Valcárcel, ayer en el de Gallardón… Todos somos el judío de alguien.


La Italia de Welles o la Weimar de los años 20 (aunque no la evoquen Woody Allen y Carla Bruni): traición, dolor, sangre, revoluciones y a la vez la mayor conjunción de genios por metro cuadrado de la Historia… Poco se pareció Weimar a la España narcotizada de hace unos meses; en la primera, las caricaturas de Grosz, los fotomontajes de Höch, la Torre Einstein, la mítica Leica y las fotografías de Moholy-Nagy, el autorretrato de Kirchner, la música de Kurt Weill, los primeros clubes nudistas, las Tiller Girls… (¿Quién cantará a la disidencia española, a la insurrección árabe?). Pero Weimar también fue una izquierda comunista que intentó derribar la República en 1919, 1921 y 1923; una socialdemocracia esquizofrénica que apoyaba la sedición para luego aplastarla; y una derecha antidemocrática y antisemita y antisocialista que apostó a la carta de los nazis y hundió Alemania con ella.
Porque los excesos de la revolución (o los desórdenes fantaseados por sus enemigos) abren las puertas de la contrarrevolución. ¿Quedará algo de esta pasión que nos ha sacudido? ¿Un Testamento del Doctor Mabuse, unas Tempestades de acero antes de que España enmudezca otros treinta años?
El asedio al Parlamento catalán fue la primera derrota de los «indignados». A pesar de que el Movimiento 15M (y todos los que han cobrado relevancia tras las primeras protestas) han condenado la violencia, creo que no solo la escaramuza, la guerra se ha perdido. Solo hay que hojear los periódicos en esta resaca…

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