lunes, 16 de mayo de 2011

La chica van Sant


Fue una chica van Sant antes incluso de saber quién era van Sant o que las chicas Van Sant en realidad son chicos.

Compartía sus fotografías, de ella y sus amigas, en Flick: un egotrip comprensible porque parecían hermosas y malditas como en la novela de Fitzgerald, como adolescentes de Elephant: en unas fotografías reían, en otras lloraban… en todas posaban. Y era sobre todo el azaroso desorden en que las había ordenado: angustia juvenil, que la chica van Sant llamaba angst, bucolismo urbanita, alegría impostada… Sí, en la impostura estaba la clave, heroína existencialista como pose. La chica van Sant décadas atrás hubiera sido la Juliette Greco de su generación. Pero un par de años más tarde tropecé nuevamente con las fotografías de ella y sus amigas: continuaban cool and bored, pero la sucesión de fotografías mostraba un cálculo que anteriormente no se encontraba en ellas.

¿Qué es el cambio? ¿El cambio significa tanto? ¿Tan poco como la transformación de una chica van Sant en otra Schumacher?

CONTINUARÁ

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