martes, 17 de mayo de 2011

El amigo americano, de Charles Powell (de la dictadura a la democracia)



“No parece fácil evitar la melancólica conclusión de que la Transición y la consolidación democráticas ofrecieron oportunidades de toda índole –quizá para ambas partes, pero sobre todo a una de ellas- que no se supieron aprovechar”. Charles Powell: El amigo americano. España y Estados Unidos. De la dictadura a la democracia.

La España de Franco porfió, y consiguió, un doble acuerdo: Vaticano y USA, que permitió al Dictador morir en la cama. El origen (y en definitiva casi todo lo que se logró) del acuerdo con Estados Unidos fue “bases por reconocimiento”. Alguna ayuda económica, una cierta modernización del Ejército, pero en ningún caso un compromiso para la defensa de España de una amenaza no comunista (el norte de África), un acuerdo sin rango de tratado, punto en el que insistieron una y otra vez los españoles. Además, el primero de los acuerdo contenía una cláusula secreta que dañaba seriamente la soberanía española.
Tras Truman, que sentía una antipatía especial por Franco, la situación mejoró respecto a Estados Unidos, como demuestra la visita de Eisenhower. Según los avances militares y la situación de otros países, la importancia de España creció o decreció: parecía más fiable que Francia e Italia con sus grandes partidos comunistas, también cobró especial relevancia cuando USA toma partido por Israel y, ya en los últimos tiempos de Franco, con la Revolución de los Claveles en Portugal o la situación en Grecia y entre Grecia y Turquía por Chipre.

Charles Powell recoge en su libro El amigo americano recoge gran cantidad de documentos estadounidenses hasta ahora no publicados: así sabemos qué pensaba Ford, Kissinger, los embajadores en España sobre las figuras del Régimen y las que tendrían importancia más tarde. Sobre el Rey; Kissinger no pensaba bien de él (ni de ningún Borbón), en cambio, presidentes como Carter y Ford sí. También lo dificultosas que fueron las renovaciones de los acuerdos.
Descorazona saber que a Estados Unidos le daba más o menos igual una democracia en España que una dictadura. Aunque con esta última tenía claro que sus socios europeos no nos permitirían entrar en la OTAN. Así que no modifican su comportamiento con Franco que con Suárez (de este último temían sus veleidades de “no alineado”, aunque no provocaba burlas su postura como en España, sobre todo en la época de los rehenes estadounidenses en Irán); pronto también se llevaron bien con González y sus “jóvenes nacionalistas” y con el ministro Ordóñez, no con el anterior, creo que Morán (no estoy seguro) con el que había antipatía mutua. El libro es ameno y bien documentado. Pero no esperen grandes sorpresas. El autor niega que Estados Unidos conociera con anterioridad el atentado a Carrero Blanco o que tomara partido por los golpistas el 23F (aunque estos papeles no están desclasificados, con la documentación anterior Charles Powell da por cierto que el principal interés en ese momento es consolidar la Monarquía española, así que no le ve sentido al apoyo a un golpe que pudiera ponerla en riesgo); sobre la Marcha Verde niega, como sugiere entre otros Jesús Palacio (también el que más insiste en USA y 23F y USA-Carrero Blanco) que la organizara Kissinger. En ese momento España era una aliada mucho más importante, aunque Kissinger en privado prefería un Sáhara francés a uno marroquí o independiente. Como le explicó con humor a un español: “Vivía igual de feliz cuando no sabía que existían un Sáhara español que cuando lo sé”. Kissinger es una de las grandes figuras del libro de Charles Powell, pero su anticomunismo le ciega a veces sobre el papel que el PCE podía jugar en la política española de la Transición. El mayor consejo que da siempre, tanto al Rey como a Suárez, es que marquen el ritmo, que no la hagan tan rápido como querrían los europeos o la oposición española; que no se vean obligados a legalizar el Partido Comunisa, aunque es cierto que no presiona para que no se legalice. Por otro lado, el tema el 23F viene de unas declaraciones del vicepresidente, Haig creo, en las que dice que el golpe de estado era un asunto interno español. También de que Reagan llamó al Rey demasiado tarde (estaba durmiendo y no lo despertaron, sobre este caso y otro bromeoó asegurando que había exigido que a partir de ahora lo despertaran incluso si estaba reunido con su Gabinete).
Buen libro, superior al de Viñas (también es más moderno por lo que tiene acceso a más fuentes), pero muy largo para quien no tenga tiempo o un excesivo interés por las relaciones bilaterales entre España y el Imperio.
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